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la entrevista olvidada con Paula O’Rourke


Desde que empecé mi jornada minimalista se ha convertido en muy importante el objetivo de cerrar proyectos y centrarme en pocas actividades, desarrollarlas con algo más de profundidad y llevarlas a su destino, si hay alguno en la mira.
Luego de mucho tiempo sin dedicarme a la escritura, confeccione unos pocos artículos para la web barcelonadot.com en 2014 y la verdad es que me la pasé muy bien, pero entre la falta de tiempo y la dificultad para ponernos de acuerdo con nuestras agendas, la continuidad en el proyecto se quedó en el aire.
El último trabajo que preparé para ese portal fue la entrevista de abajo, pero por lo que menciono arriba al final nunca llegó a publicarse. Le agradezco mucho a mi amigos de Barcelonadot la oportunidad y los bueno ratos que pasamos juntos. Espero que no les importe haya tomado la decisión de publicar este trabajo luego de un año y medio en mi propio blog.
La historia de Paula no está relacionada al minimalismo, pero ya que me he abierto mi propio espacio con este blog quiero darle cierre y no dejar en el olvido el tiempo que se invirtió en el encuentro y la escritura.
Actualmente Paula está en Estados Unidos y pronto volverá a Barcelona, siguiendo con su constante ir y venir. Lo escrito abajo no lo he actualizado, más allá de las correcciones básicas, pues he querido conservar lo que preparé en ese momento.


10 de septiembre de 2014 en casa de Paula O’Rourke, en el centro de Barcelona:
Recuerdo la primera vez que la vi, el 8 de mayo de 2011 cuando presentó su repertorio musical en el desaparecido Libélula Bar. Un señor realmente emocionado estaba en el lugar con su cámara de vídeo porque iba a ver en vivo y muy de cerca a quien fuera durante unos 5 años la bajista de “The Animals”. Yo la estaba conociendo y no tenía idea de su background musical. Increíblemente he encontrado una parte de la grabación de este fan en youtube cuando escribía estas líneas.
En aquel entonces yo era socio del local y junto a Carlos Mendoza -de la banda Luz Verde- organizábamos eventos culturales y conciertos cada semana, estos últimos gracias a sus maravillosos contactos con los músicos residentes en Barcelona. Carlos también es músico y es guitarra del proyecto actual de la artista: “Paula O’Rourke and the Little Incident”. Él acuñó el nombre de “Aperitivos Conciertísticos” para el festín de música y comida que se presentaba cada domingo en la Libélula de esa época.
Para curiosear más sobre algunos detalles de la vida de esta mítica cantante y bajista me auto invité a su casa (junto con Patricia Madrid, de Barcelonadot) con mi moderno smartphone con el que grabé el audio del encuentro. La visita fue tan amena como cualquier otra vez en la que nos hemos encontrado -ella con su vino, Patricia y yo con cerveza-, pero esta vez armado con muchas preguntas y habiendo hecho un estudio más a fondo de su historia.
Con mucha frecuencia, especialmente en verano, Paula toca en el balcón de su piso en la calle Nou de la Rambla con su banda, una idea curiosa e interesante para esparcir su música por el centro de la ciudad. Ella me recibió justo al finalizar uno de estos eventos, así que un poco cansada pero contenta con su performance, se sienta en su salón y empezamos a conversar.


En el balcón de Nou de la Rambla. Foto de 
Begoña Pe tomada del perfil de Paula O’Rourke en Facebook.
El hecho de grabar la conversa pareciera que la pone un poco tímida, pues se encoge un poco de hombros, se coge las rodillas y deja salir una risa que pareciera nerviosa, me recuerda a una niña pequeña. Puede ser que, como a muchos músicos, el no tener el instrumento entre ella y el público la hiciera sentirse desprotegida.
Paula es un personaje con una vida muy particular, que desde hace años se desarrolla entre Barcelona y California, una parte del año aquí y otra allá, donde actualmente participa en la legendaria banda “The Alley Cats”, al mismo tiempo que trabaja como enfermera, cosa curiosa para una rocker-hippie.
Ella ha estado al cuidado de enfermos desahuciados, acompañándolos en sus últimos días, una tarea difícil que requiere de sensibilidad, vocación y don de gentes. Por 12 años estuvo al cuidado de enfermos de SIDA. Es sorprendente como ella ha llevado esta difícil tarea y aún así es una persona alegre de desbordante de energía que cuenta con más de 50 años de existencia.
Comenzó con la música bastante tarde, a los 27 años. Yo no tenía ni idea de esto y me ha sorprendido bastante, pues ella es muy profesional y sus habilidades musicales son amplias. Ella cuenta que a esa edad vivía una vida un poco hippie y era manager de una banda, cuando el bajista la dejó a tres semanas de un concierto. Ante la situación ella dijo ¡pues yo misma! y en tan sólo 3 semanas se aprendió todos los temas.
Al preguntarle cómo lo hizo sin tener idea del instrumento, me explicó que se imaginaba que eran movimientos de ajedrez y así memorizó todo como patrones en el tablero del juego, una técnica más que curiosa. De este modo, descubrió que tenía el talento que la ha llevado a mantener el camino musical.
Principalmente toca el bajo, contrabajo, guitarra y el serrucho. Sí, el serrucho. Lo encorva para lograr distintas tonalidades mientras le saca sonidos con un arco de violín.


Paula tocando el serrucho con Carlos (derecha) y Javier Madrid (izquierda).

Aparentemente al cumplir los 27 Paula un punto de inflexión importante, pues ese mismo año comenzó su carrera como enfermera, lo que le da más sentido al hecho de que aún lleve en paralelo ambas cosas en el presente. Ella asegura que es un balance importante.
La primera vez que la bajista / cantante / compositora estadounidense -con pasaporte irlandés- estuvo en Barcelona fue en el año 1998 en su luna de miel, cuando se casó con su ahora ex esposo, el músico Eric McFadden. Luego volvió varias veces con él, hasta que en una de las idas y venidas lo hizo sola. La relación había terminado, pero no entraré en detalles sobre ese tema.
Fue en 2002 cuando decidió finalmente que quería vivir en la ciudad, vendió la casa que tenía en Estados Unidos y en se estableció como residente Barcelonesa en 2003. Desde entonces, solo dos años completos los ha pasado aquí, el resto, como he mencionado antes, ha sido entre Cataluña y la costa oeste norteamericana, aunque es en estas tierras donde tiene vivienda propia. Pasa de 6 a 8 meses en cada sitio.
“Y mi español todavía malo…” lamenta, a la vez que asegura que le da vergüenza. “Última 4–5 meses no estaba hablando mucho español”. Y es que muchas de las personas de su círculo cercano en Barcelona hablan inglés y a veces por falta de paciencia o por practicar la lengua anglosajona no le hablan en español aunque ella insista. De hecho, he de admitir que esta entrevista tuvo lugar en inglés, una vez más, por motivos prácticos. Insólitamente, comenta que en California habla más castellano que aquí. En perfecto spanglish: “In California speak más que aquí!”.
Asegura que en la Ciutat Comtal se siente mucho mejor, que es más feliz con la calidez de la gente y con la forma de vida, mientras que en la potencia norteamericana la vida es más solitaria. “Es impersonal… son coches, portátiles, móviles… Es difícil conocer gente, es un lugar solitario”. El país de las cosas, como me dijo una vez un amigo.
Le pregunto: ¿después de residenciarte en Barcelona de forma más permanente, es lo que esperabas? Responde contundente y breve, con una gran sonrisa: “¡Mejor!” Pausa para más bebidas.
A pesar de que su activa vida entre dos países parece emocionante, afirma que eventualmente quiere quedarse en un solo sitio: “Quiero ver mis plantas crecer, quiero tener un perro… ¡un novio quizás!”. Risas.
Hablando de relaciones y lo fácil que es a veces rememorar sólo lo bueno, la artista asegura que “…a veces hay que recordar la parte mala para no torturarte a ti mismo”. Sabias palabras. A la vez reclama que hay gente que solo tiene presente lo malo.

Paula también tiene otra habilidad manual, que pareciera ser no más que un pasatiempo, pero también le genera ingresos. Tiene un gusto muy especial por las lámparas victorianas, así que se ha dedicado a confeccionarlas. Tiene varias en casa -su colección personal-, hace otras a gusto propio para la venta y también ha hecho unas cuantas por encargo con características específicas.
Para terminar, recalca que lo que le más le gusta de Barcelona es el contacto con la gente, su humanidad y la movida cultural, dice que a pesar de los últimos años de crisis -que ha hecho que haya más competencia en las grandes ciudades para buscarse la vida- esta ciudad sigue siendo un lugar fantástico para vivir, relacionarse, hacer y disfrutar del arte. Coincidimos en que en Barcelona -y en muchos sitios- hay dos tipos de artista, el que se viste como uno y el que de verdad hace arte.

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