Ir al contenido principal

El primero en salir del aeropuerto

La semana pasada estuve cinco días en Galicia. Fui en una aerolínea low cost y he aplicado más o menos la misma filosofía para empacar que en el post«¿Por qué cada vez que viajo quiero tener menos?», pero con algunas variantes, pues era un viaje corto y el clima sería el mismo todos los días. La mochila iba a algo menos de la mitad de su capacidad y también llevaba mi pequeño bolso de diario con una tablet, dinero, documentación, gafas y otros pocos objetos.
Aparte de la comodidad que ofrece llevar las manos libres al cargar una mochila, al no tener que registrar equipaje no hay que llegar antes para dejarlo en el mostrador ni esperar al aterrizar para recuperarlo.
A la ida, todo perfecto: El vuelo semivacío, más que suficiente espacio. A la vuelta: domingo en la tarde después del puente de Reyes, el vuelo iba a tope. Yo estaba entre los últimos en abordar y en la puerta de embarque empezaron a recoger los equipajes de mano para enviarlos a la bodega del avión por falta de espacio en la cabina de pasajeros. Fuera maleta o mochila a todos los pasajeros se les pidió despojarse de la pieza más grande y pasar al avión sólo con un bolso, mochila pequeña o portátil.
Fue el momento perfecto para probar el efecto del minimalismo que he venido aplicando. Cogí el bolso pequeño, lo metí en la mochila grande y aún así no se veía muy abultada. Me la monté en la espalda, pues la iba arrastrando en el suelo ya que la fila avanzaba despacio. De tal modo, he pasado desapercibido en la puerta del avión y no me han pedido despojarme del equipaje.
Una vez adentro no me ha costado conseguir espacio para poner mis cosas y a la llegada he disfrutado de la comodidad de ser el primero del avión en abandonar el aeropuerto, mientras veía al resto de los pasajeros dispuestos a esperar un rato —que normalmente no suele ser poco— para recibir sus pertenencias.

Comentarios




Creative Commons Licence